en un punto intermedio
Seguramente hayas oído: «los vinos blancos del frigorífico, los tintos a temperatura ambiente». ¿Pero de verdad es tan sencillo?, ¿a qué temperatura deberíamos tomar los vinos y por qué es importante?
No importa qué bebida estés disfrutando: la temperatura importa. Quizá te encante un vaso de Coca-Cola con hielo y una rodaja de limón, pero, ¿qué te parece una Coca-Cola a temperatura ambiente?
Con el vino ocurre lo mismo. Cada vino tiene una temperatura en la que más destaca. Y, sin embargo, muchas veces se sirve el vino a una temperatura a la que no puede demostrar todo su potencial. Por suerte, existen algunos sencillos pasos que te ayudarán a disfrutar del vino a su temperatura óptima.
En 2015, cuando la marca australiana Taylors Wines lanzó la tecnología térmica en sus etiquetas de vino, subrayaron la importancia de disfrutar el vino a la temperatura adecuada. Al igual que Taylors, queremos remarcar el impacto que tiene la temperatura en diferentes cualidades del vino, como por ejemplo:
Esta es la lista de las cualidades en las que influye la temperatura. Entonces, ¿cuáles son los principales problemas que detectamos en cuanto a la temperatura de servicio del vino y cómo podemos resolverlos?
Posiblemente hayas escuchado el consejo de que los tintos se deben servir a temperatura ambiente. En la actualidad, este consejo no es del todo correcto. Esta costumbre se remonta a la época anterior de la calefacción central cuando la temperatura en muchas regiones que producían vino oscilaba entre los 13 y 18ºC. Hoy en día el concepto de «temperatura ambiente» ha cambiado radicalmente y muchas estancias suelen calentarse entre 20 y 22ºC.
¿Por qué es problemático para un vino tinto? Dependiendo de la densidad del cuerpo, la temperatura ideal de servicio del vino tinto es de 13 a 18ºC. Así, el consejo «sirve el tinto a temperatura ambiente» funcionaba antes de la calefacción central, pero ahora esa temperatura sería superior a la óptima para un vino tinto.
Servir el vino tinto a temperaturas demasiado elevadas puede acelerar su envejecimiento, haciendo que pierda su frescura y vitalidad; los aromas provenientes del alcohol pueden sobrepronunciarse y apagar otras características del vino y sus taninos pueden resultar más agresivos y astringentes: algo que puede ser especialmente desagradable en vinos de cuerpo pleno que ya son ricos en taninos.
Como hemos mencionado, diferentes tipos de vino tinto requieren diferentes temperaturas de servicio. La diferencia dependerá de su cuerpo. La temperatura ideal de los vinos de cuerpo ligero como un pinot noir o un gamay oscila entre los 13 y los 16ºC. Esto ayuda a mantener sus aromas y acidez delicados. La de los tintos de cuerpo pleno como un cabernet sauvignon o un zinfandel oscila alrededor de los 18ºC para mantener sus aromas y sabores complejos.
Teniendo esto en cuenta, debes enfriar los tintos de cuerpo ligero un poco más que los tintos de cuerpo pleno. Verifica cómo afecta el tiempo que enfrías el vino; dentro de poco habrás perfeccionado el arte de servir el vino tinto exactamente como a ti te gusta.
El problema de cómo muchos tomamos el vino blanco es el opuesto al que encontramos con el vino tinto. Mientras que el tinto no lo enfriamos antes, el blanco solemos servirlo y tomarlo inmediatamente después de sacarlo de la nevera.
El consejo de servir el vino blanco frío es correcto: de hecho, la temperatura de servicio adecuada del vino blanco oscila entre los 6 y 14ºC, por lo que la temperatura ambiente desde luego no es lo suficientemente baja y mucho menos para los blancos de cuerpo pleno. El problema es cómo de frío está el vino blanco cuando lo retiramos del frigorífico. Las temperaturas del frigorífico suelen rondar los 2 a 5ºC. Por este motivo, salvo que tengas una nevera para vinos que te permita ajustar la temperatura óptima para un blanco, este saldrá del frigorífico demasiado frío y no podrá expresar todas sus cualidades.
¿Cómo afecta una temperatura demasiado baja al vino? Las temperaturas más frías pueden inhibir la liberación de compuestos volátiles, apagar los aromas del vino y dificultar la apreciación de toda su gama. También puede hacer que los sabores del vino sean menos perceptibles (¡imagínate tener un cubo de hielo en la boca mientras intentas disfrutar algo lleno de sabor!) y acentuar la acidez, haciendo que ese riesling seco se vuelva demasiado ácido y desagradable. Los vinos blancos que se sirven demasiado fríos también pueden resultar acuosos, creando una sensación en la boca extraña que afecta a su riqueza y cuerpo.
Al igual que ocurre con los vinos tintos, los vinos blancos de cuerpo ligero se sirven más fríos que los vinos blancos de cuerpo pleno. La temperatura de servicio óptima de un sauvignon blanc lleno de vitalidad oscila entre los 6 y 10ºC, mientras que la de un chardonnay envejecido en barrica de roble se encuentra entre los 11 y 14ºC. Si tienes un vino de postre, sírvelo entre 6 y 10ºC, ya que así equilibrarás su dulzor proporcionando un contraste refrescante. Un vino de postre caliente podría presentar niveles de dulzor abrumadores.
Para dar en el clavo con la temperatura de servicio adecuada, comprueba siempre cuál es la mejor para un vino blanco en concreto y sigue las instrucciones en cuanto al tiempo que se debe sacar del frigorífico antes de disfrutarlo. Ve probando con los tiempos y encuentra la forma que más te guste.
La información que acabamos de compartir funciona bien cuando disfrutas del vino en casa, ¿pero qué pasa si disfrutas del vino en otro lugar?
A pesar de la información que acabamos de mencionar, muchos bares y restaurantes excelentes sirven su vino tinto a temperatura ambiente y su vino blanco directamente del frigorífico. Si te sirven un vino blanco que está demasiado frío, puedes darle un tiempo para que se caliente un poco antes de comenzar a tomarlo o también puedes preguntar por una botella que no haya estado tanto tiempo en el frigorífico. Si, por el contrario, pides un vino tinto que está demasiado caliente, no pasa nada por pedir una cubitera con hielo y agua para ayudar a que se enfríe un poco. Estos ajustes menores pueden crear una diferencia notable a la hora de disfrutar del vino y, en consecuencia, de la velada completa.
Acertar con la temperatura de servicio adecuada del vino es parte de nuestra filosofía que dicta que hay muchas cosas pequeñas que un o una amante del vino puede hacer para disfrutar incluso más de sus vinos preferidos. El efecto acumulativo de dominar la temperatura del vino, junto con otros factores como el uso de la copa de vino RIEDEL específica según la variedad de uva, la decantación del vino, la utilización de la vista, el olfato y el gusto al degustar el vino y, si procede, el maridaje con alimentos complementarios, garantiza la mejor experiencia de consumo de vino posible.
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